Hoy voy a presentaros un plato que me rondaba por la cabeza desde los inicios de este blog y que, por no poder conseguir su ingrediente principal, he tenido que ir pos-poniéndolo hasta ahora. Se trata de la ortiga de mar o anémona. Su consumo está muy generalizado por Andalucía, especialmente en la costa gaditana pero no es raro ver platos preparados con ellas por el resto de nuestras costas. De hecho las están incorporando a los fogones de algunas de las más renombradas cocinas. Parece una planta marina pero está clasificada como animal en el grupo de los celentéreos. Vive pegada a las rocas y su dieta se compone de plancton e incluso pequeños peces y cangrejos que capturan con los tentáculos dotados de células urticarias que tienen en su parte superior. Desde el punto de vista dietético podemos decir que son pura proteína y muy poca grasa, siendo los que sufren de gota o ácido úrico los únicos que no deben abusar de su consumo ya que lo que si que tienen son bastantes purinas que luego nuestro cuerpo transforma en ácido úrico. Gastronomicamente hablando diría que lo más normal es presentarlas fritas tal y como las prepararemos hoy pero también pueden consumirse con arroz o en revueltos y tortillas.
Ingredientes:
Ortigas de mar
Harina de trigo
Aceite de oliva
Sal
Vinagre
Antes de empezar os recuerdo que las ortigas llevan células urticarias. Podéis tocarlas y cogerlas con las manos sin ningún problema, salvo que tengáis algún tipo de alergia claro está, pero ni se os ocurra, sin lavaros, rascaros o tocaros otras zonas del cuerpo con la piel más blanda ya que enseguida se os irritaría.
Lo primero que tenemos que hacer es quitar, ortiga a ortiga, todas las piedras, caracolas, algas o restos de pequeños pescados y cangrejos que puedan tener. Luego las echaremos en un bol y pondremos agua, sal y un buen chorro de vinagre y las enjuagaremos bien. Las sacaremos con las manos y las dejaremos en otro bol. Desecharemos el agua del primer bol que veréis se ha quedado sucia y babosa. Repetiremos la operación un par de veces aun que tampoco conviene remover demasiado las ortigas ya que se deshacen. Una vez limpias las escurriremos bien. Echaremos harina y un poquito de sal en un plato. Calentaremos abundante aceite en una sartén. Iremos rebozando una a una y pasándolas por el aceite apenas. El truco es freír cuatro o cinco cada vez ya que así las sacamos enseguida y no se nos queman. Ir dejándolas en papel absorbente para quitar el exceso de grasa. Una vez fritas todas las colocaremos en un plato y a la mesa a disfrutar. Esta es la forma más sencilla de comerlas. También hay quien prepara el rebozado con harina, huevo, cerveza y sal.
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